Actualizado a 17 de noviembre de 2024 (Buenos días Raúl Isaac)

Las Revoluciones Liberales del siglo XIX

La libertad guiando al pueblo, (1830) E. Delacroix

Españoles: Cuando vuestros heroicos esfuerzos lograron poner término al cautiverio en que me retuvo la más inaudita perfidia, todo cuanto vi y escuché, apenas pisé el suelo patrio, se reunió para persuadirme que la nación deseaba ver resucitada su anterior forma de gobierno [...] Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que restableciese aquella constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812 [...] He jurado esa Constitución por la que suspirabais y seré siempre su más firme apoyo [...] Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional. Manifiesto de Fernando VII, 10 de marzo de 1820.
Nosotros, descendientes de los sabios y nobles pueblos de la Hélade, nosotros que somos los contemporáneos de las esclarecidas y civilizadas naciones de Europa [...] no encontramos ya posible sufrir sin cobardía y autodesprecio el yugo cruel del poder otomano que nos ha sometido por más de cuatro siglos [...]. Después de esta prolongada esclavitud, hemos decidido recurrir a las armas para vengarnos y vengar nuestra patria contra una terrible tiranía. La guerra contra los turcos [...] no está destinada a la obtención de ventajas para una parte aislada del pueblo griego; es una guerra nacional, una guerra sagrada, una guerra cuyo objeto es reconquistar los derechos de la libertad individual, de la propiedad y del honor, derechos que los pueblos civilizados de Europa, nuestros vecinos, gozan hoy. Asamblea Nacional Griega, 27 de enero de 1822.

 
Esquemas Revoluciones liberales

Internacionalmente, las revoluciones de 1830, dividieron a Europa en dos grandes regiones. Al oeste del Rin rompieron la influencia de los poderes reaccionarios unidos. El liberalismo moderado triunfó en Francia, Inglaterra y Bélgica. El liberalismo (de un tipo más radical) no llegó a triunfar del todo en Suiza y en la Península Ibérica en donde se enfrentaron movimientos de base popular-liberal y antiliberal-católica, pero ya la Santa Alianza no pudo intervenir en estas naciones como sí lo haría todavía en la orilla oriental del Rin. HOBSBAWN, E. J. (1964): Las revoluciones burguesas [pdf].
La Revolución de Julio tuvo inmediatamente amigos y enemigos en el mundo entero. Unos se precipitaron hacia ella con entusiasmo y alegría; otros le volvieron la espalda: cada uno según su naturaleza. Los príncipes de Europa, en un primer momento, como los búhos de esta aurora, cerraron los ojos, heridos y estupefactos, y no los abrieron sino para amenazar; temor que se comprende, cólera que se disculpa. Esta extraña revolución apenas había sido un choque; no había hecho al realismo vencido ni aun el honor de tratarlo como enemigo y verter su sangre. A los ojos de los gobiernos despóticos, siempre interesados en que se calumnie la libertad a sí misma, la Revolución de Julio había cometido la falta de presentarse formidable y ser tranquila. [...] La Revolución de Julio es el triunfo del derecho derrocando el hecho; una cosa llena de esplendor. El derecho derrocando el hecho; de aquí proviene el esplendor de la revolución de 1830, y de aquí también su mansedumbre; el derecho que triunfa no tiene necesidad de ser violento. El derecho es lo justo y lo verdadero. El carácter del derecho es permanecer eternamente bello y puro; el hecho, aun el más necesario en apariencia, aun el mejor aceptado por los contemporáneos, si no existe sino como hecho, si no contiene en sí más que un poco o nada de derecho, está destinado infaliblemente a ser, con el tiempo, deforme, inmundo y quizá monstruoso. [...] Esta lucha del derecho y del hecho existe desde el principio de las sociedades; el trabajo de los sabios tiene por objeto terminar el duelo, amalgamar la idea pura con la realidad humana, hacer penetrar pacíficamente el derecho en el hecho. Pero uno es el trabajo de los sabios, y otro el de los hábiles. La revolución de 1830 se había detenido muy pronto. Tan luego como se calma al llegar a puerto la tempestad revolucionaria, los hábiles se apoderan del buque náufrago. Los hábiles, en nuestro siglo, se han conferido a sí mismos la calificación de hombres de Estado. [...] No se olvide, que allí donde no hay más que habilidad, hay, necesariamente, pequeñez. Decir, pues, los hábiles, equivale a decir: las medianías. Del mismo modo que decir: los hombres de Estado, equivale algunas veces a decir: los traidores. A creer a los hábiles, las revoluciones, como la de julio, son arterias cortadas, y es preciso hacer pronto la ligadura. El derecho proclamado en toda su grandeza, estremece; y una vez afirmado el derecho, es necesarios afirmar el Estado; asegurada la libertad, es preciso pensar en el poder. En esto, los sabios no se separan aún de los hábiles, pero principian a desconfiar. El poder, sea; pero ante todo, ¿qué es el poder? Y después, ¿de dónde viene?. Los hábiles aparentan no comprender la objeción, y continúan su maniobra. Según estos políticos, muy ingeniosos para cubrir las ficciones de que pueden aprovecharse con una máscara de necesidad, lo que primero hace falta a un pueblo, después de una revolución, cuando este pueblo forma parte de un continente monárquico, es proporcionarse una dinastía. De este modo, dicen, puede tener la paz después de la Revolución; es decir, el tiempo necesario para sondear las llagas y reparar su casa. La dinastía oculta los andamios y cubre los hospitales de sangre. [...] Tal es la teoría de los hábiles. Éste es, pues, el arte sublime: hacer que un acontecimiento suene algo a catástrofe para que los que se aprovechen de él tiemblen también, sazonar con un poco de miedo un paso de hecho, aumentar la curva de la transición hasta retardar el progreso, endulzar la obra, denunciar y disminuir los preparativos del entusiasmo, cortar los ángulos y las uñas, acolchar el triunfo, arropar el derecho, rodear al gigante pueblo de franela y meterlo en cama enseguida, imponer dieta a este exceso de salud, tratar a Hércules como convaleciente, desleír el acontecimiento en el expediente, ofrecer a los ánimos sedientos del ideal este néctar con tisana, tomar sus precauciones contra el éxito demasiado grande, guarnecer con una pantalla. En 1830 se practicó esta teoría, aplicada ya en Inglaterra en 1688. La de 1830 fue una revolución detenida a media playa; progreso a medias; semiderecho. Pero la lógica ignora el casi, absolutamente lo mismo que el sol ignora que haya velas. ¿Y quién detiene la revolución a media playa? Esa parte de la clase media compuesta de los que de nada se han hecho algo, y miran sólo a su conservación. ¿Y por qué?. Porque esta clase media es el interés satisfecho; ayer era el apetito, hoy es la plenitud, mañana será la saciedad. HUGO, V. (2008): Los Miserables [pdf].


La Revolución de 1830 según Los Miserables

La revolución de 1848 debe considerase como la continuación de la de 1789, con elementos de desorden de menos y elementos de progreso de más. Luis Felipe no había comprendido toda la democracia en sus pensamientos [...] Hizo de un censo de dinero el signo y título material de la soberanía [...] En una palabra, él y sus imprudentes ministros habían colocado su fe en una oligarquía, en vez de fundarla sobre una unanimidad. No existían esclavos, pero existía un pueblo entero condenado a verse gobernar por un puñado de dignatarios electorales [...]. LAMARTINE, A. (1849): Historia de la revolución de 1848.
Las revoluciones de 1848, pues, requerirían un estudio detallado por estados, pueblos y regiones. No obstante, cabe decir que tuvieron muchos aspectos en común, como que ocurrieron simultáneamente, que sus destinos estaban unidos y que todas ellas tenían un carácter y estilo comunes, una curiosa atmósfera romántica y utópica, y una retórica similar, para la que los franceses inventaron la palabra qurante-huitard (cuarentayochista). Cualquier historiador lo reconoce de inmediato: las barbas, los chales, los sombreros de ala ancha de los militantes, las banderas tricolores, las barricadas, el sentido inicial de liberación, de enorme esperanza y de confusión optimista. Era la primavera de los pueblos y, como ocurre con la estación, no perduró [...]. Todas ellas se desarrollaron y languidecieron rápidamente, y en la mayoría de los casos de manera total. HOBSBAWN, E.J. (1977): La era del capitalismo

Revoluciones 1820-30-48 Geohistoria23
PRÁCTICA "La libertad guiando al pueblo (1830) Delacroix" [4ºESO-1ºBach].
CineLos Miserables (1998).