Actualizado a 08 de abril de 2024

La Antigua Grecia durante la Época Arcaica

Frontón del Barbazul en Atenas, (570-550 a. C.)

Ya que vemos que cualquier ciudad es una cierta comunidad, también que toda comunidad está constituida con miras a algún bien es evidente. Así que todas las comunidades pretenden como fin algún bien; pero sobre todo pretende el bien superior la que es superior y comprende a las demás: la ciudad y la comunidad cívica […] Así que toda ciudad existe por naturaleza, del mismo modo que las comunidades originarias. Ella es la finalidad de aquéllas y la naturaleza es finalidad […] Por lo tanto, está claro que la ciudad es una de las cosas naturales y que el hombre es por naturaleza un animal cívico [zóon politikón]. Y el enemigo de la sociedad ciudadana es, por naturaleza, y no por casualidad, o bien un ser inferior o más que un hombre […] La naturaleza no hace nada en vano, es decir, por naturaleza la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros […]. Porque si cada individuo, por separado, no es autosuficiente, se encontrará en función a su conjunto. Y el que no puede vivir en sociedad no es miembro de la ciudad sino como una bestia o como un dios […]. En todos existe, por naturaleza, el impulso hacia la comunidad, pero el primero en establecerla fue el causante de los mayores beneficios. Pues así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, apartado de la ley y de la justicia es el peor de todos […]. Por eso, sin virtud [areté], el hombre es el animal más impío y salvaje de todos, y el peor en su sexualidad y su voracidad. La justicia, en cambio, es algo social, como que la justicia es el orden de la sociedad cívica y la virtud de la justicia consiste en la apreciación de lo justo. ARISTÓTELES (s. IV a.C.): Política, 1252a-1253b.

Mapas de la Grecia Arcaica y las Colonizaciones

Teras, hijo de Autesión, nieto de Tisámeno, bisnieto de Tersandro y tataranieto de Polinices, se disponía a partir de Lacedemonia para fundar una colonia [...] En la isla que en la actualidad recibe el nombre de Tera, la misma que antes se llamaba Caliste, vivían unos descendientes del fenicio Membliarao, hijo de Pecilas. Resulta que Cadmo, hijo de Agenor, cuando regresaba a Europa, arribó a la isla que en la actualidad se llama Tera. Y al arribar a dicho lugar, ya fuera que el terreno le agradara o que, por algún otro motivo, le viniera en gana hacer lo que hizo, el caso es que en esa isla dejó a varios fenicios y, entre ellos, a Membliarao, uno de sus parientes. Estas gentes habitaron la isla llamada Caliste por espacio de ocho generaciones antes de que Teras llegara procedente de Lacedemonia. Pues bien, tomando consigo gente de las tribus, Teras se dispuso a partir hacia dicha isla con la intención de formar una misma comunidad con sus habitantes y sin ánimo alguno de expulsarlos, sino ansiando ganarse su amistad sinceramente. Y como, por su parte, los minias que habían escapado de la prisión estaban asentados en el Taigeto y los lacedemonios tenían el propósito de matarlos, Teras intercedió para que no se produjera una carnicería y se comprometió a sacarlos personalmente del país. Los lacedemonios se mostraron de acuerdo con esta proposición y Teras partió con tres trieconteros para reunirse con los descendientes de Membliarao, aunque no se llevó a todos los minias, sino sólo a unos pocos [...] Y por su parte la isla recibió la denominación de Tera en honor de su colonizador [...] Grino, hijo de Esanio, que descendía del susodicho Teras y que era rey de la isla de Tera, llegó a Delfos llevando consigo una hecatombe ofrecida por su ciudad. Le acompañaban varios conciudadanos suyos y, entre ellos, Bato, hijo de Polimnesto, que pertenecía a la familia de Eufemo, uno de los minias. Pues bien, cuando Grino, rey de los tereos, estaba consultando al oráculo sobre otras cuestiones, la Pitia le respondió que fundara una ciudad en Libia. Entonces el rey le respondió en estos términos: «Yo, Señor, ya soy demasiado viejo e incapaz para llevar a cabo la empresa; impón, pues, esta tarea a cualquiera de los jóvenes aquí presentes». Y al tiempo que decía estas palabras, señalaba a Bato. Por el momento eso fue todo. Pero, posteriormente, una vez de regreso, hicieron caso omiso del oráculo, pues no sabían en qué parte de la tierra se encontraba Libia y no se atrevían a enviar una colonia a un destino desconocido [...] Despacharon emisarios a Creta para que se informase de si algún cretense o algún meteco había llegado hasta Libia [...] De Tera, primeramente, zarparon unos exploradores [...] Los de Tera decidieron enviar, de cada dos hermanos, al que la suerte designase, y que hubiese expedicionarios de todos los distritos, que eran siete; su jefe, a la par que rey, sería Bato. Así pues, enviaron a Platea dos penteconteros [...] Resulta que, cuando Bato se hizo un hombre, se dirigió a Delfos para formular una consulta sobre su voz; y, a su pregunta, la Pitia le dictó la siguiente respuesta: «Bato, a preguntar por tu voz has venido; pero el Soberano Febo Apolo te envía a Libia, tierra de pingües rebaños, a fundar una colonia» [...] Entonces él le respondió en los siguientes términos: «Señor, yo he acudido ante ti para formularte una consulta a propósito de mi voz; tú, en cambio, me respondes hablándome de otras cosas, de unos imposibles al ordenarme que funde una colonia en Libia; ¿con qué medios? ¿con qué colonos?» [...] Dado que los de Tera ignoraban la causa de sus desdichas, despacharon emisarios a Delfos para que consultaran al oráculo sobre los males que les aquejaban. Por su parte la Pitia les respondió que todo iría mejor si iban con Bato a colonizar Cirene en Libia. Tras esta respuesta, los tereos enviaron a Bato con dos penteconteros [...] Colonizaron una isla situada en la costa libia, cuyo nombre, como ya he indicado anteriormente, es Platea [...] En dicha isla vivieron por espacio de dos años [...] El dios no los eximía de fundar la colonia hasta que acabaran llegando a la mismísima Libia. Y, al arribar a la isla, recogieron al que habían dejado allí y colonizaron un paraje de Libia propiamente dicha, situado en frente de la isla, cuyo nombre era Aciris, paraje al que por dos lados encuadran hermosísimos sotos, así como un río que corre por el flanco restante. HERÓDOTO (430 a.C.): Historia, IV 147-157.
Los ejércitos hacen todos esto: suelen cabecear hacia su ala derecha en las acometidas, y, en consecuencia, dominan ambos con su ala derecha el ala izquierda del contrario, y ello a causa de que cada soldado, por temor, protege lo más posible su lado desnudo [el derecho] con el escudo del compañero situado a su derecha, y por considerar que la formación compacta es lo que ofrece mayor seguridad. En realidad, el que inicia el desvío es el que va el primero por la derecha, en su afán de hurtar continuamente la parte desnuda de su cuerpo a los contrarios: después le siguen por el mismo temor también los demás. TUCÍDIDES, V, 71.

La época Arcaica por Pero esto es otra historia

Hubo discordias entre los nobles y la masa durante mucho tiempo; pues su régimen político era en todo oligárquico, y además los pobres eran esclavos de los ricos. […] se designaban las magistraturas por orden de la categoría social y de las riquezas. Ejercían el cargo de por vida, después, por diez años. Las más altas magistraturas eran Basileus, Polemarco y Arconte. […] Los Tesmotetas fueron creados muchos años después, cuando ya las magistraturas se elegían cada año, para que trasladasen a escrito las leyes y las guardasen para el dictamen de los casos dudosos […] El Consejo de los Areopagitas tenía la función de conservar las leyes y dirigía la parte mayor y más importante de los asuntos de la ciudad, y castigaba con penas corporales y con penas pecuniarias, sin apelación, a todos los que delinquían […] Forman el Consejo Cuatrocientos uno de los ciudadanos de pleno derecho, elegidos por suerte. ARISTÓTELES (322 a.C.): Constitución de los Atenienses, 2-4.
La realeza se corresponde con la aristocracia, y, en cambio, la tiranía es una mezcla de oligarquía extrema y de democracia; por eso es también la más dañina para los gobernados, porque tiene dos componentes malos y conlleva los extravíos y los defectos de ambas formas de gobierno. La propia génesis de cada una de esas monarquías es opuesta a la de la otra: porque la realeza ha surgido para defender a los notables contra el pueblo, y sale el rey de entre los notables, debido a una superioridad de su propia excelencia o de las hazañas realizadas a partir de su excelencia, o bien por una superioridad de índole semejante, mientras que el tirano procede del pueblo y de la masa enfrentada a los notables, con el fin de que el pueblo no sufra injusticia por parte de ellos. Los hechos lo indican con claridad. La mayoría de los tiranos han salido entre los demagogos, por así decirlo, ganándose la confianza del pueblo con sus acusaciones contra los notables. Unas tiranías se establecieron de ese modo, cuando las ciudades ya se habían desarrollado; otras, anteriores, surgieron de reyes que se salían de las normas tradicionales y se inclinaban hacia un gobierno un tanto despótico; otras, de los elegidos para las magistraturas principales y otras de las oligarquías que elegían a un único individuo soberano para las magistraturas más importantes. ARISTÓTELES 
(s. IV a.C.): Política, 1310b.

La edad oscura y la época arcaica de Grecia de francimanz

Podcast: 
PRÁCTICAS INTERACTIVAS: "Elementos urbanísticos de la polis griega" y "Numismática griega[1º ESO y Cultura Clásica].
Glosario de conceptos de la Unidad 04 de Cultura Clásica[2º ESO]